Comentario
La situación militar cambió radicalmente cuando MacArthur desembarcó, con apenas 20 muertos, en Inchon el 15 de septiembre de 1950, siguiendo una táctica muy característica suya durante la guerra del Pacífico consistente en llevar a cabo un ataque repentino y decidido a la retaguardia enemiga dejando aislados sus puestos avanzados. De esta forma, el Ejército norcoreano dejó muy pronto de ser un instrumento de combate eficaz y sus unidades se retiraron -las que pudieron- de forma precipitada hacia el Norte. Se planteó entonces la posibilidad de detener las operaciones militares en el paralelo 38 o proseguirlas más arriba. Para MacArthur, como para Rhee, era esencial destruir al Ejército enemigo y llevar a cabo la reunificación del país.
Elementos muy significados de la Administración norteamericana no fueron en absoluto partidarios de traspasar el paralelo 38, pero al general norteamericano no se le obligó a otra limitación en sus planes bélicos que no atacar China. En este momento, se debía haber producido la consulta al Congreso. La propia Asamblea de las Naciones Unidas, siguiendo la que había sido su doctrina hasta el momento, votó de forma abrumadora a favor de la reunificación de Corea. Para casi dos tercios de los norteamericanos detenerse en el paralelo 38 equivalía a adoptar una política de "apaciguamiento" frente al comunismo.
A comienzos de octubre de 1950, los norteamericanos traspasaron el paralelo 38 y la China de Mao se apresuró a declarar, por boca de Chu En Lai, su disposición a reaccionar. La posición de la segunda gran potencia comunista era muy semejante a la de los Estados Unidos sobre Taiwan: no podía dejar que Corea del Norte fuera borrada del mapa. Disponía de cinco millones de hombres en armas para impedirlo. El 24 de octubre, las tropas surcoreanas y norteamericanas estaban ya a 50 kilómetros de la frontera china pero, en noviembre, había de 30.000 a 40.000 chinos combatiendo con los norcoreanos.
Hasta cincuenta y seis divisiones de "voluntarios" chinos fueron utilizadas a continuación en la guerra. Su presencia inicial, por una mezcla de falta de medios y de ocultamiento, pasó desapercibida para el adversario. Pero pronto fue patente que esos soldados, que tenían poco apoyo artillero pero disponían de armas ligeras y se movían al margen de la red de carreteras, podían ser muy peligrosos. Además, aviones Mig de fabricación soviética empezaron a aparecer en el cielo, produciéndose los primeros combates masivos de aviones a reacción de la Historia humana. Uno de los descubrimientos más recientes de la historiografía es que estaban tripulados por rusos, de modo que Stalin al final acabó por comprometer a tropas propias, aunque lo hizo con mucha discreción. A los norteamericanos muy pronto les sorprendieron los ataques adversarios en oleadas humanas con aparente desdén por el número de bajas.
La reacción de MacArthur ante una situación que no había sido capaz de prever fue nerviosa y desproporcionada; probablemente en ese mismo momento hubiera debido ser cesado. Muy pronto se quejó de que no se le dejara bombardear al enemigo en China o los puentes de la frontera de este país con Corea. Llegó a considerar "inmoral" que se le dieran este tipo de instrucciones y debió haber sido partidario, incluso, de la utilización del arma atómica. La mayor parte de los dirigentes norteamericanos, en cambio, no tomó en consideración esta posibilidad, aunque Acheson llegó a decir que lo inmoral era la agresión y no la utilización de cualquier tipo de arma para evitarla y Truman recordó que tan sólo a él correspondía la decisión de utilizar la bomba. Pero los laboristas británicos mostraron una cerrada oposición a esta posibilidad, que nunca se pensó en serio a pesar de tener a su favor la mayor parte de la opinión norteamericana, e incluso el arsenal de este país, que hubiera podido poner fuera de combate a Corea del Norte, es mucho más dudoso que lo hubiera conseguido en el caso de China en estos momentos.
Una reacción como ésta sólo se entiende teniendo en cuenta la potencia del ataque chino y norcoreano. En enero de 1951 volvió a caer Seúl, la capital surcoreana y hasta marzo de 1951 la situación no se restableció en torno al paralelo 38. Pero de nuevo se planteaba el dilema de si autorizar o no el avance más allá de esta frontera. En ese momento tuvo lugar el definitivo enfrentamiento entre Truman y MacArthur.
Ya conocemos la pésima opinión que el presidente tenía del general. En octubre de 1950, habían mantenido una dura entrevista cuando MacArthur había hecho pública la posibilidad de una guerra generalizada en Asia. Siempre se había declarado a favor de una intervención en la guerra civil china en apoyo de los chinos nacionalistas atacando el continente. Luego siguió interviniendo en materias de política exterior cerca de los líderes republicanos, calificando la posición de las Naciones Unidas como "tolerante" con el adversario o incluso criticando al presidente de forma indirecta por no darse cuenta de que los "conspiradores comunistas" habían apostado por iniciar la conquista del mundo en Asia. El 9 de abril de 1951 fue relevado a propuesta del alto mando norteamericano, unánime sobre esta cuestión de principio. Objeto de fantásticos recibimientos en San Francisco y Nueva York, MacArthur tuvo una popularidad enorme pero efímera.